La sombra del dragón

 Despertarás en una habitación desconocida, en una cama que no reconocerás. Las cortinas pesadas ocultarán la luz del día, dejando la habitación en penumbra. Sentirás un vacío en tu mente, un espacio donde deberían estar tus recuerdos. No sabrás cómo llegaste ahí, ni por qué. Te levantarás, descalza y desnuda, y el contacto con el frío suelo te hará estremecer. Te mirarás frente a un espejo y notarás varios moretones por todo tu cuerpo.

Al cruzar la puerta, un largo pasillo se desplegará frente a ti, lo atravesarás lentamente, como un felino amenazado, observando sus decoraciones
y todo te resultará armado, semejante a esos comercios de muebles y decoración donde todo está meticulosamente ordenado. Pasarás tus dedos por la barandilla de madera y una sensación extraña te invadirá, como si hubieras estado allí antes, pero no podrás recordarlo.

Al final del pasillo te detendrás, y sobre una mesa verás una fotografía. La tomarás entre tus manos, y tu corazón se detendrá por un momento. En la imagen, te verás a vos misma, sonriendo junto a un hombre, sus brazos alrededor de tus hombros, y su rostro irradiará felicidad. Pero algo no encajará; esa sonrisa en la fotografía te resultará extrañamente ajena.

De repente, una visión golpeará tu mente. Verás una espalda masculina, marcada con un tatuaje de dragón, las escamas oscuras retorciéndose sobre la piel y sus músculos tensándose. Sentirás por un momento todo su peso sobre ti y su calor abrazándote. Parpadearás, y la imagen se desvanecerá, dejándote con la sensación de que algo importante se te escapa.

Mirando la fotografía, tratando de descifrar quién es esa persona, sentirás que alguien te observa. Él estará allí, apoyado en la pared, con una expresión que te resultará familiar y, al mismo tiempo, extraña. Te dirá que has tenido un accidente, que perdiste la memoria y que los recuerdos volverán a su tiempo. Pero algo en sus palabras te parecerá errado, como si las estuviera recitando de memoria, como si fuera una historia que te quiere hacer creer.

Pasarán los días, y poco a poco, las visiones se harán más claras. La espalda tatuada con el dragón se repetirá en tu mente, y te darás c
uenta de que ese hombre, el de la foto, no es tu esposo. No lo reconocerás como tal, porque el verdadero hombre al que pertenecen esos brazos no será el que te ha dicho que lo es.

Eventualmente, él intentará hacerte confesar que lo recuerdas, esperando una señal de que crees sus palabras. Él no es quien dice ser, y en ese momento, todo lo que hagas deberá ser cuidadoso. Porque ahora lo sabes, y él también.

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